Desde diciembre del año pasado, el Gobierno Mexicano ha manifestado públicamente que esta interesado en negociar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Corea del Sur. En palabras de las autoridades mexicanas, lograr sentar un acuerdo amplio de última generación con este “tigre asiático” podría ser la clave para fortalecernos en tres sentidos: primero, desde la cadena de proveeduría; segundo, a través de levantar un sector estratégico de exportación y tercero, generando un tejido productivo empresarial.
Es un acierto de las autoridades mexicanas, ya que, con el contexto de inestabilidad generalizada en el plano internacional actual, que inició con la Guerra Comercial entre EE.UU. y China en 2018 y que actualmente tiene un nuevo epicentro con los intentos de modificar las fronteras en el continente asiático, visto tanto con el conflicto ruso-ucraniano como con la tentativa china de anexionar a Taiwán a la administración del partido único chino, debemos reforzar nuestras cadenas productivas y velar por nuestra integridad nacional.
En ese sentido, el TLC con Corea del Sur, más que un coqueteo, es una invitación a danzar juntos mientras nos proveemos los unos a los otros de mayores niveles de bienestar comercial frente a este panorama de gran agitación que ya comienza a ser visible en su espectro más amplio. El corazón de nuestra unión rítmica tiene fundamento en los sectores automovilístico -la joya de México- y del acero -que termina relacionándose con otros dos sectores que son fundamentales para nosotros; por un lado el sector de las autopartes y por el otro la industria de la electrónica-. Hay que considerar que tan solo en 2020 el comercio bilateral entre las dos naciones fue de 5,290 millones de dólares por la parte mexicana y de 14,713 millones por la parte sur coreana.
Estas cifras nos revelan que la idea del TLC no parte de la nada. México, gracias a su vastedad de recursos, exporta a la Península de Corea productos como minerales de plomo, cinc y plata, cajas de velocidades armadas y vehículos automotores para el transporte de personas. Por su parte, los principales productos surcoreanos que llegan a nuestro país corresponden a la industria de la electrónica, tratándose de: computadoras, circuitos internos, múltiples dispositivos de almacenamiento y circuitos integrados. Entre ambos países nos reconocemos como socios estratégicos, pero Corea del Sur reconoce en nosotros un valor geopolítico que nos hace aún más importantes para ellos.
Y es que inevitablemente somo el punto nodal de comunicación y unión de América del Norte con América del Sur. Sobre esta misma situación, he escrito en otros artículos que México esta experimentando una transformación profunda que aumentará sus capacidades logísticas y productivas. Dicha transformación no ocurre solo por la voluntad política al interior de su administración, sino que va impulsada en gran medida por los intereses de otros gobiernos que definitivamente esperan que México se convierta en un centro de actividad comercial nunca visto en la región y que será la respuesta para el amplio dominio estadounidense en todo el continente americano.
Corea del Sur entiende esto y se suma al grupo de interesados por nuestro desarrollo. Es así, que el gobierno del país asiático puso como tema central del Tratado el aumento de sus exportaciones de autos y acero. Se espera que, teniendo un acuerdo sobre las tasas arancelarias en México y armonizando nuestras diferencias comerciales estructurales -que al final del día nos vuelven complementarios-, logremos que el TLC mejore las condiciones comerciales para la exportación de automóviles y acero coreanos, que pasan por nuestro país y por nuestro registro contable de balanza comercial, pero que finalmente son posicionados en el mercado estadounidense para su consumo final.
En todo ello, México se beneficia de seguir colocando manufacturas -desde autopartes e insumos para hacer autopartes hasta automóviles completos- en Corea del Sur y por ese medio seguir disminuyendo el déficit comercial que tenemos con ellos desde hace aproximadamente catorce años. Así mismo, nos beneficia al reforzar la capacidad de resiliencia de la cadena de suministro, tema que también ha tomado un lugar central en las negociaciones que se han tenido hasta ahora. Se habla de contar con un sistema de información y comunicación en el que todo el tiempo tengamos nociones de los niveles de producción y abastecimiento de insumos. Esto nos ayudará a ambos a poder adelantarnos a situaciones complejas, como los “cuellos de botella” que iniciaron con la pandemia de COVID 19 y que después llegaron a su máximo nivel de contracción con la Guerra Comercial de EE.UU. y China.
Entre otros puntos del TLC, también se encuentran: medidas en conjunto para contrarrestar el cambio climático, proliferación del comercio digital y prevención de nuevos agentes patógenos. En conclusión y grosso modo se trata de un Tratado Comercial de última generación y que tiene el potencial de finalmente diversificar el destino de nuestras exportaciones mientras nos blinda de los retos económicos presentes en esta, la tercera década del siglo XXI. Contar con este Tratado y lograr que funcione en todas sus dimensiones podría ser solo el inicio de una nueva generación de relaciones comerciales con socios insospechables a la fecha. En ese sentido, trabajar y esmerarse en su realización es velar por un mejor futuro para nuestro país. Bienvenido sea el TLC México y Corea del Sur.